En un informe especial para El Nuevo Herald, describen el activista de los derechos humanos y el «intelectual católico» Dagoberto Valdés, como un hombre en una misión que, en la tierra fértil de azúcar y tabaco de Guanajay, Cuba «está sembrando las semillas de la democracia a solo unos pasos —media cuadra— de la estación policial. Aquí en la iglesia de San Hilarión, rodeado de fieles que llenan uno de los salones parroquiales en una noche de enero, Valdés les dice que esta nueva era les pertenece a ellos, al cubano de a pie, al pueblo —y no a los gobiernos de Cuba o de Estados Unidos».
Dicho, una de las áreas que el líder de la sociedad civil advierte, con respeto a la apertura de relaciones EE.UU. – Cuba, es en el suministro de nuevas herramientas para la edad moderna en Cuba: «Además las compañías estadounidenses podrán exportar tecnologías telefónicas, informáticas y de internet». Su audiencia está compuesta por cubanos locales que permanecen en gran medida desconectada de noticias e información del exterior.
Valdés continúa declarando que «ya no tenemos al ‘enemigo’ externo que era el causante de todos nuestros males. Ahora las cosas se resolverán cuando los cubanos nos pongamos a resolverlas”. Y agrega que “Los cubanos debemos tolerarnos, debemos cesar de llevarnos presos unos a otros, de arrastrar a las Damas de Blanco que son también cubanas”.
El ingeniero agrónomo, ex trabajador del tabaco, y actual director de la publicación independiente Convivencia afirma que «todos los seres humanos tienen derecho a la prosperidad en su propio proyecto de vida”. Entonces, ¿por qué un agente de turismo va a tener más derecho que un abogado? ¿O por qué los barberos sí tienen más facilidades y los ingenieros y arquitectos no? Aquí en Cuba hay todo tipo de talento, la riqueza intelectual la estamos exportando. Pero deseamos que todo mejore con o sin Estados Unidos, porque ese es un problema nuestro”.
Como un fiel católico, Valdés se siente inspirado por el papel de la Iglesia en la facilitación de las conversaciones entre los EE.UU. y Cuba, e instó «a que la Iglesia siga facilitando mecanismos de negociación en la búsqueda de un diálogo entre el gobierno cubano y la sociedad civil independiente en la isla».
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