La semana pasada, al iniciarse el curso escolar en Cuba, quedó al desnudo la profunda crisis que afecta a ese vital sector en estos tiempos en los que la revolución tecnológica y científica abren una nueva era para la humanidad. De forma paralela, médicos en Cuba narraron a Radio Martí los detalles del desplome del sistema de salud pública en su conjunto.
Ambas informaciones muestran una fractura de la gran vitrina propagandística del castrismo: el binomio educación y salud pública.
En materia educacional baste solo un detalle: en una escuela de Arroyo Naranjo, La Habana, una auxiliar de limpieza en el curso escolar 2017-2018, ahora es la maestra en el presente curso.
En 2015 la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan calificó al sistema de salud pública de Cuba como un ejemplo a seguir, gracias a su capacidad y sostenibilidad para responder en situaciones de emergencia. Lástima que la señora Chan no ha tenido la oportunidad de experimentar personalmente los servicios de salud cubanos.
Hace unos días dos médicos, los doctores Santiago Márquez Frías, residente en Manzanillo, y Ramón Zamora, residente en la ciudad de Holguín, describieron a Radio Martí detalles de la profunda crisis del sistema de salud, afectada por escasez de medicamentos y recursos médicos, falta de higiene en los hospitales y hechos de corrupción por todas partes, pues “se venden pruebas de laboratorio y ultrasonido, radiografías y cesáreas”, como dijo el doctor Márquez Frías.
Ambos galenos relataron que las salas de ingreso están “muy deterioradas” y que los familiares que cuidan de los enfermos deben llevar cubos para almacenar el agua con la que se van a bañar los pacientes, así como ropa de cama. También informaron que la alimentación que se le brinda a los pacientes es muy escasa y mal cocinada.
Según reportan periodistas independientes, uno de los peores azotes es la grave escasez de medicamentos e insumos para cirugía. Los hipertensos, cardíacos o diabéticos están meses sin sus medicamentos. Los pacientes deben llevar a los hospitales las sábanas, almohadas, bombillos y hasta el mercurocromo. No hay agua, las paredes y pisos están sucios, pululan cucarachas, mosquitos y abundan los malos olores. En las farmacias faltan incluso medicamentos básicos.
A ello agréguese que según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en los últimos 7 años han sido cerrados 64 hospitales. O sea, el país ha perdido en siete años el 32% de su capacidad de hospitalización. El número de policlínicos se ha reducido en un 9%. Datos del economista cubano Carmelo Mesa-Lago muestran que el personal de salud fue reducido en un 22% entre 2008 y 2016. El número de técnicos cayó un 54% y las enfermeras en 16%. Sólo en 2010 fueron despedidos 47,000 empleados de ese sector.
Los hospitales rurales, icono de la propaganda revolucionaria desde 1959, así como los puestos médicos rurales y urbanos, fueron cerrados en 2011. Los campesinos y sus familias son referidos a hospitales regionales, pero por falta de transporte en los casos de emergencia sus vidas corren peligro. Han descendido drásticamente la capacidad de diagnósticos y casi desaparecido las pruebas costosas.
Obviamente todo se agrava con la exportación de médicos. Cerca de 40,000 son explotados como esclavos de blanca en 62 países. A esos galenos, el estado cubano les roba más del 70% de su salario pagado por los países anfitriones. Cuarenta mil médicos son casi la mitad de los más de 90,000 médicos graduados cubanos, según la ONEI. Como consecuencia, la atención primaria y su pilar, el médico y la enfermera de la familia, casi han desaparecido con la reducción de más de 23,000 médicos y enfermeras de la familia, según datos oficiales.
En fin, el sistema de salud tan elogiado por la OMS es ciertamente un ejemplo, pero al revés: como muestra del actual cataclismo sanitario cubano.
Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC)
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