Según publicado en El Nuevo Herald, «insatisfecho con ser un próspero hombre de negocios privado en Cuba, Gilberto Valladares incursionó en lo que en los países capitalistas se llama ‘responsabilidad social empresarial’ y le ha cambiado el rostro a un lúgubre barrio de La Habana Vieja».

Al artículo sigue «conocido popularmente como ‘Papito’, Valladares dejó su empleo en una peluquería del Estado para convertirse en trabajador privado o ‘cuentapropista’, modalidad que ha florecido en la isla»…

Valladares «ahora posee uno de los salones de belleza más famosos de La Habana, pero mientras otros cuentapropistas destinan las utilidades a hacer crecer el negocio o a darle mejor vida a su familia, Papito gasta parte de sus ganancias en procurar el bienestar de otros miembros menos favorecidos de su comunidad».

“Siempre digo que el momento histórico de comprometer a los emprendedores con la sociedad es ahora”, dice Valladares desde la escuela de peluquería que abrió este año.

Papito añade que «en esta escuela hay media docena de alumnos. Eran 15 al comienzo, pero las exigencias académicas y la necesidad de ganarse la vida han provocado deserciones».

El Herald menciona que, «esta pequeña escuela es gratuita, como el resto de la educación en la Cuba socialista. Pero el financiamiento no sale de las arcas del Estado, sino del bolsillo de este peluquero de 45 años».

“Me enteré por unos vecinos que había un curso de peluquería de Papito y me integré. Esto marcó un cambio en mi vida”, indica una alumna de Valladares, Lilian Nargoyes, de 18 años, «quien espera algún día abrir un salón de belleza en su casa».

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