Según Ernesto Pérez Chang para CubaNet, «ante el problema de las limitaciones al acceso a internet en Cuba, habría que preguntarse no cuánto invierte el gobierno cubano en ampliar el alcance de esta herramienta de información, esencial en nuestra época, sino a cuánto ascienden los gastos para restringirla, bloquearla y hasta minimizar los ‘efectos nocivos’ de su uso libre y generalizado».
El artículo sigue «en los umbrales del nuevo milenio, la creación en Cuba de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y el incremento de los centros para el desarrollo de softwares no estuvieron vinculados con una voluntad de puesta al día de nuestros conocimientos en esas nuevas áreas del universo científico sino como una estrategia defensiva ante la ‘penetración de la información’, el más temido de todos los fantasmas en un ambiente totalitario. No obstante, todos los proyectos de resguardo cibernético se han convertido en un arma de doble filo debido a que una tarea de censura informática tan descomunal y en un país hundido en la miseria, debe movilizar a miles de personas a las que se les debe dar acceso a aquello que habrán de prohibir, y estas usarán su ‘poder’ no para ejercerlo a cabalidad sino para encontrar las fisuras en el sistema que le permitirán sacar provechos personales».
Ademas, «los teléfonos móviles, la internet y el llamado ‘paquete de la semana’ (programación televisiva internacional y otros contenidos prohibidos en Cuba que las personas se transmiten por medio de dispositivos digitales) han conseguido en pocos años lo que no habían podido lograr los opositores del régimen en más de medio siglo. Internet le está dando el tiro de gracia a la dictadura y lo más interesante de eso es que no lo ha hecho ni con discursos políticos ni programas de acción sino proveyendo un espacio para la diversidad y la libertad de expresión, los más temibles enemigos».
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