Una protesta espontánea realizada el 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura de Cuba por más de 400 personas ─en su mayoría artistas─ tomó por sorpresa a los funcionarios de esa institución y a las fuerzas represivas.
La semana pasada, el 27 de enero, algunos de esos artistas se dieron cita en el parque situado frente el ministerio para leer pacíficamente poemas de Jose Martí en protesta por colegas detenidos. Pero en esta ocasión el régimen había convocado a sus fuerzas de seguridad y cercado las calles para evitar otra manifestación como la del 27 de noviembre.
El Ministerio del Interior había previsto una acción represiva combinada de sus agentes de contrainteligencia, el ministro de cultura y sus dos viceministros, algunos funcionarios de ese ministerio y la empresa de telecomunicaciones (que se encargaría de cortar el internet a lo largo de todo el país cuando comenzaran a golpear a los manifestantes.
“Todo estaba ‘cuadrado’. Los manotazos que dio Alpidio Alonso a un periodista independiente fueron la señal convenida para que se desencadenara el infernal operativo. En ese momento un bus se parqueó frente al tumulto y los policías comenzaron a porrazos a meter detenidos dentro de ella.
Cuando tres horas después empezaron a ser liberados, muchos de ellos, con las señales de los golpes recibidos visibles en sus cuerpos, contaron al mundo sus testimonios.
“Un tumulto de gente del MININT —Ministerio del Interior— se abalanzó sobre la gente. Yo estaba viendo todo aquello cuando llego un tipo por atrás, me agarró con una llave y me dijo: ‘te fuiste”, agregó Henry Eric Hernández. Luego lo empujaron a golpes dentro del ómnibus.
«Se abalanzaron sobre mí para quitarme el móvil, me hicieron una llave y me rompieron un dedo», dijo a la prensa internacional el periodista independiente Alfredo Martínez, uno de los detenidos, que sufre una fractura de la falange del dedo anular, según consta en su parte médico”.
«Me resistí a subir a la guagua y entre varios me comenzaron a dar golpes en distintos lugares», declaró, por su parte, el científico y activista Óscar Casanella, que mostró a la prensa internacional fotografías de hematomas en el ojo y en el tórax.
Reynier Leyva Novo recibió en cuanto subió al autobús un golpe por la espalda en la parte baja de la cabeza. «Fue un golpe fortísimo que me tumbó el sombrero. Cuando miré para atrás varias personas estaban gritando y lo que más recuerdo, que no se me va de la mente, son los gritos de Camila Lobón y Celia González mientras las estrangulaban».
Dentro del vehículo se ensañaron con las mujeres, como las artistas Lobón y González y la curadora y crítica de arte Solveig Font. Relató Henry Eric Hernández: “Una de ellas —Celia— tenía sentada al lado a una agente policial vestida de civil que le pegaba. Celia gritaba ‘¡no somos delincuentes!’ y yo le decía: ‘Celita, tranquila’. De pronto la agente se vira y me dice: ‘¡Cállate o le doy!’ Yo pensé que era mentira, pero al momento veo cómo le pega por un seno o un brazo, no recuerdo bien”.
Las artistas visuales Camila Lobón y Celia González también denunciaron que fueron desnudadas y sometidas a un registro genital en búsqueda de artefactos de grabación.
Puede que la jauría de la Sección 21 haya cumplido con la tarea de evitar otra prolongada protesta como la del 27N. Pero aun así el tiro le ha salido al régimen por la culata: las imágenes de un ministro y dos viceministros de Cultura encabezando una turba para agredir a jóvenes poetas, artistas, y periodistas, seguidas por las de las secuelas del maltrato físico dispensado a ellos por los policías políticos, ponen de relieve ante el mundo, -en especial ante algunos círculos del arte y la cultura que tienden a idealizar al sistema cubano-, la intolerancia y la brutalidad de este hacia cualquier expresión libre o diálogo civilizado.
Como dijo el artista visual Henry Eric Hernández. “Sin darnos cuenta, hemos hecho que revelen lo que son: esbirros”.