En el 67 aniversario del asalto al cuartel Moncada la elite mafiosa que ahora manda en Cuba hizo aún más transparente la mutación ocurrida en el ADN de ese torcido proceso que todavía algunos insisten en llamar “revolución cubana”. La nación cubana ha quedado dividida entre un 60% que no recibe remesas y un 40% que accede a ellas pero con muy grandes diferencias entre unos y otros.
Desautorizando al finado Fidel Castro, la élite de poder cubana confirmó la semana pasada la nueva primacía del dólar en la economía interna y quitó el gravamen del 10 % que Castro le había impuesto, en espera de un mayor ingreso al país de “la moneda del enemigo”.
Una Mesa Redonda de alto nivel confirmó la apertura de 72 tiendas controladas por los militares con un avituallamiento de víveres y artículos de aseo como no habían visto los cubanos durante los meses de la pandemia. Muchos se preguntaron: “¿Y dónde está el bloqueo (embargo) americano?”.
La periodista oficialista Linne Diéguez Solana mostró su desconcierto ante las nuevas tiendas: «’Nos engañaron’», me dijo hace un par de días un amigo que se fue. ‘No, peor, nos traicionaron’», escribió Diéguez en su perfil de Facebook. En el texto, luego retirado, la periodista recordó que creció «siendo revolucionaria», «gritando consignas, saltando para no ser yanqui», defendió «con fervor las conquistas de la Revolución».
Sin embargo, dijo no poder entender que «hoy necesite cosas elementales que no están a mi alcance porque no tengo a nadie que me ponga en la tarjeta dinero del enemigo”
Diéguez ha tenido la mala suerte de no haber llegado, con todos sus méritos revolucionarios, al círculo de los elegidos. Este no incluye hoy a todos los vinculados al poder, entre los cuales hay sustanciales diferencias. Como dijo recientemente el director ejecutivo de FHRC, Juan Antonio Blanco a Diario de Cuba, el país “hoy tiene dos Estados paralelos: el viejo Estado comunista-burocrático y el nuevo ‘capitalismo monopolista de Estado’ controlado por una elite de poder militar… Son un puñado de personas, en su mayor parte militares, que no representan mucho más del 0,01% de la población”.
“El viejo Estado burocrático ha quedado a cargo de toda las empresas estatales, obsoletas e irrentables, obligadas a funcionar de forma centralizada. El nuevo Estado capitalista y mafioso, un monopolio de la elite de poder militar, realiza una gestión descentralizada, se apropia de todas las industrias y servicios que generan dólares y crea empresas mixtas con capital extranjero”, señaló Blanco.
“Mientras el viejo Estado comunista continúa rigiendo por criterios de economía estatista, centralizada y planificada, el Estado bajo control militar se mueve bajo una lógica capitalista y nadie lo supervisa ni controla. El pretendido ‘pacto social’ comunista entre el Estado totalitario y la población –tus libertades a cambio de trabajo, educación y salud- ya no les interesa.
Una fuente cercana al viejo Estado, citada por el medio Cibercuba, confirmó recientemente las tensiones entre los dirigentes civiles, privados de poder económico, y la nueva casta de militares mafiosos. Expuso como se “ha generado más de una bronca” entre aquel que tiene que dar la cara a la población, Miguel Díaz-Canel, y el jefe del emporio empresarial militar GAESA, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, “por temas de corrupción y el egoísmo de López-Calleja con la asignación de recursos para comprar alimentos».
En todo caso, -analizaba el director de FHRC una semana antes de que se anunciaran las nuevas tiendas dolarizadas-, a los militares solo les interesa comprar o producir alimentos si pueden maximizar las ganancias. “¿Para qué va a ocuparse GAESA de producir pollos o alimentos para consumo nacional? Ellos sacan el 240% de ganancia a cada pollo o alimento importado porque monopolizan el mercado interno en divisas en sus tiendas TRD”.
Los verdaderos creyentes en la “revolución” y el “socialismo” deberían abrir los ojos. No hay ni una cosa ni la otra, sino un estado opaco y represivo controlado por una elite mafiosa a la que nadie puede controlar ni investigar.
Una elite de poder egoísta cuyos intereses como grupo social están en conflicto con los de la población. El desarrollo que les interesa no es el nacional sino el de sus cuentas en bancos en el exterior. A ellos no les faltan dólares, ni agua corriente en sus mansiones, ni viajes de turistas a Europa y el Mediterráneo.
Ellos son los que también insisten en sostener a sus criminales socios venezolanos hasta el final vigilando a la oposición, supervisando la supresión de los derechos y libertades ciudadanas, orientando como organizar las masacres de las manifestaciones populares con francotiradores y participando en torturas y asesinatos políticos.
En realidad, deberían irse todos. “No los queremos, no los necesitamos”.