La semana pasada el gobierno de Cuba lanzó su más amplia operación represiva en muchos meses contra activistas independientes y periodistas, con al menos 78 detenidos arbitrariamente y 146 sitiados en sus casas. El propósito era impedir protestas pacíficas convocadas en todo el país tras el reciente asesinato del joven negro Hansel Ernesto Hernández a manos de la policía.

Las manifestaciones citadas fueron catalizadas por los disparos mortales, por la espalda, contra un muchacho de 27 años  desarmado en el empobrecido suburbio de Guanabacoa, pero tenían como trasfondo dos males endémicos estrechamente interrelacionados en la isla comunista: la violencia policial y la persistencia del racismo.

Desde 1959 la propaganda del régimen de Fidel Castro dio a entender que gracias a la Revolución los cubanos negros y mulatos, los más pobres de la sociedad, disfrutarían de iguales oportunidades. Pero en la práctica nunca fue así, y mucho menos desde que a partir de los años 90 los sectores estratégicos de la economía ─los que se manejan en divisas─ pasaron al control de la casta militar, eminentemente blanca. Del mismo modo que nunca han estado parejamente representados en la jerarquía política o militar, para los negros y mulatos ha sido especialmente difícil encontrar trabajo en el turismo o en empresas mixtas con capital extranjero, donde las propinas y otros incentivos en moneda dura hacen una gran diferencia respecto a los salarios estatales en devaluados pesos cubanos. Acceder a esos empleos es vital para ellos porque también son los que menos remesas reciben del exterior.

Un estudio reciente de investigadores alemanes en la isla encontró una marcada desigualdad en indicadores socioeconómicos: el 50 por ciento de los blancos reportaron tener una cuenta bancaria, mientras que solo un 11 por ciento de negros y mulatos dicen tener una; el 78 por ciento de las remesas que envían los cubanos desde el exterior van a destinatarios blancos, quienes además representan el 98 por ciento de los micronegocios privados tolerados. Algo similar ocurre con los viajes al extranjero: 31 por ciento de los blancos viajan, comparados con solo 3 por ciento de los cubanos de color.

Así una gran parte de los negros y mulatos en Cuba se ve empujada a vivir del mercado negro y otras actividades ilegales, entre ellas el trapicheo de bienes sustraídos de los almacenes del Estado, y se convierten en víctimas propiciatorias de un hostigamiento y una  violencia policial que afecta a toda la ciudadanía, pero que aplica hacia ellos un estereotipo.

En una colaboración para el Washington Post el cofundador de la revista independiente “El Estornudo”, Abraham Rodríguez, citó la semana pasada ejemplos recientes en los que las víctimas fueron todas afrodescendientes: dos adolescentes abusadas sexualmente por dos policías; dos artistas brutalmente golpeados por 10 gendarmes y encerrados toda la noche en un calabozo por no llevar mascarilla; dos jóvenes agredidas, hospitalizadas y luego encarceladas durante más de dos meses por intentar documentar el proceder descompuesto de dos policías: un joven de 27 años muerto de un balazo por la espalda por un agente del orden cuando intentaba comprar café a campesinos.

El homicidio de Hansel Hernández  ha venido a ser un tiro por la culata para el régimen en un contexto mediático en que la propaganda oficial no se cansaba de criticar el racismo y la violencia policial en los Estados Unidos y de dar cobertura a las protestas del movimiento Black Lives Matter, a raíz de la muerte del joven negro George Floyd en Estados Unidos.

Negros y mulatos en su mayoría y residentes en paupérrimos solares de La Habana Vieja y Centro Habana fueron los participantes en la mayor protesta espontánea enfrentada por el castrismo en su historia, el Maleconazo del 5 de agosto de 1994. Las penurias que sufre la población hoy en día, y en la base de la pirámide social los negros y mulatos, recuerdan el fondo del Período Especial de los años 90 mientras Cuba atraviesa su peor crisis del nuevo milenio.

El domingo antepasado la policía intervino en una pelea entre jóvenes en el barrio de Los Sitios, esposaron a uno, lo tiraron contra el suelo y el muchacho se desmayó, lo que provocó que los vecinos del barrio salieran a la calle y les gritaran a los gendarmes “abusadores”.

Por captar la escena en su celular detuvieron al periodista independiente Jorge Enrique Rodríguez. Amenazado inicialmente con llevarlo a juicio, Rodríguez fue luego liberado con una  multa, después que un agente de la policía política le dijera que se olvidara del juicio y que la Seguridad del Estado no había tenido nada que ver con lo ocurrido.

Al describir luego a Diario de Cuba el incidente ocurrido en el barrio marginal, el comunicador apuntó que, cuando ya iba detenido, «todo Los Sitios estaba tirándole piedras a la patrulla». Aunque a regañadientes, el castrismo parece estar aprendiendo dónde dice peligro.

Mas información:

https://www.nytimes.com/es/2019/10/30/espanol/opinion/racismo-cuba.html

https://www.giga-hamburg.de/en/system/files/publications/wp315_hansing-hoffmann.pdf

https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2020/06/29/la-violencia-policial-en-cuba-tambien-es-racista/

https://www.diariolasamericas.com/america-latina/en-cuba-si-eres-negro-y-opositor-el-castigo-es-doble-n4201454

https://diariodecuba.com/derechos-humanos/1593863963_23558.html

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