Cuba fue certificada el pasado miércoles 24 de junio como uno de cinco países que “no cooperan plenamente” con los esfuerzos antiterroristas de Estados Unidos. El anuncio se había hecho en mayo, pero ahora se hizo oficial en el Informe sobre Terrorismo del Departamento de Estado para el 2019, presentado por su Secretario, Mike Pompeo. Ese ha sido un importante primer paso en la dirección correcta.

Hasta 2015 y desde 1982, Cuba figuraba en la Lista de Estados Designados como Patrocinadores del Terrorismo por la cancillería estadounidense. Interesada en dejar un  legado en política exterior restableciendo las relaciones diplomáticas con La Habana, la administración de Barack Obama puso fin en 2015, antes de reabrir las embajadas, a la permanencia de Cuba en esa lista.

El régimen de Castro comenzó a aparecer en esa lista negra por proporcionar «asesoramiento, refugio, comunicaciones, capacitación y algún apoyo financiero» a varias organizaciones violentas en América Central, así como por proporcionar armas al M-19 colombiano a cambio de facilitar el contrabando de drogas con destino a los Estados Unidos. Con los años Cuba continuó ayudando y dando refugio a grupos terroristas como las FARC colombianas, ETA en España y el Frente Manuel Rodríguez en Chile.

Para certificar a Cuba este año como  “país que no coopera plenamente” con sus esfuerzos antiterroristas –otra categoría–, el Departamento de Estado tuvo en cuenta varios factores, entre ellos sus vínculos estrechos y de colaboración con Estados designados por Estados Unidos como Patrocinadores del Terrorismo, como Irán y Corea del Norte. Por ahora pertenecen además a esa infame lista Siria y Sudán.

También se consideró la negativa de Cuba a extraditar a Colombia a diez comandantes del grupo terrorista colombiano Ejército Nacional de Liberación, ELN, que tienen refugio en la isla desde del fracaso de las conversaciones de paz en La Habana con el gobierno de Colombia, en 2017.

El gobierno colombiano de Jaime Duque tiene una poderosa razón para pedir que Cuba les entregue a estos cabecillas: tres días después de un atentado con explosivos contra la Escuela de Policía “General Santander” en Bogotá, que segó las vidas de 20 personas incluidos jóvenes cadetes, el ELN se atribuyó el ataque. El grupo, una creación netamente castrista, alegó que el gobierno «no le dio la dimensión necesaria al gesto de paz que el Ejército de Liberación Nacional realizó para las fechas de navidad y fin de año”. Las investigaciones demostraron que el carro bomba había llegado a Bogotá en noviembre.

La tercera razón de que la administración Trump certificara al gobierno de Cuba como no cooperativo en la lucha contra el terrorismo tiene una larga historia: el santuario que La Habana ha ofrecido desde los años 60 a fugitivos de la justicia estadounidense como los asesinos de policías Joanne Chesimard y Charlie Hill, terroristas como William (Guillermo) Morales y Ronald “Alí” LaBeet, y salteadores de bancos como Victor Manuel Gerena y Cheri Dalton.

Hay, no obstante, una diferencia entre formar parte de esa relación de los países que «no cooperan plenamente» con los esfuerzos antiterroristas y la de los estados designados como “patrocinadores del terrorismo”.

La certificación en la primera lista prohíbe por ejemplo la comercialización o el otorgamiento de licencias de exportación de artículos y servicios de defensa, veta la asistencia económica de EEUU y el acceso a préstamos del Banco Mundial. Sin embargo, pertenecer a la lista de Patrocinadores del Terrorismo, en la que estuvo Cuba hasta 2015 y ahora están Corea del Norte, Siria, Irán y Sudán, puede significar multas o sanciones para personas y países que tengan ciertas transacciones comerciales con esos Estados.

Por eso después que Obama le aseguró al Congreso que Cuba ya no patrocinaba el terrorismo, Inversionistas y bancos se sintieron aliviados y entusiasmados, por una menor percepción de riesgo, para invertir en la isla o abrir sucursales sin tener que redactar rigurosas declaraciones ante la administración estadounidense. El Club de París y Japón entre otros, condonaron alegremente entonces la deuda cubana, y cientos de potenciales inversores norteamericanos viajaron a La Habana en busca de negocios

Sin embargo, ser clasificado como país que no coopera en la lucha contra el terrorismo puede ser el preámbulo para pasar en cualquier momento a integrar la lista de países que patrocinan el terrorismo. Es, entre otras cosas, una luz roja para potenciales inversionistas.

En la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC) tenemos la convicción de que, tan solo por su colusión criminal con Venezuela,  Cuba debió haber sido devuelta ya a la lista de patrocinadores del terrorismo. FHRC realizó una investigación del tema -que luego publicamos bajo el título  “Cubazuela, crónica de una intervención cubana”, en la que demostramos la participación de altos oficiales militares castristas en el secuestro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana,  en el asesoramiento y dirección de los asesinatos de opositores a quemarropa, o por francotiradores, de estudiantes y manifestantes venezolanos; su participación directa en las torturas contra militares y opositores, el espionaje, la intimidación y las presiones contra todo el que disienta del gobierno ilegítimo de Maduro. Todo ello conforma un claro patrón de terrorismo de Estado.

Solamente por estar involucrada en esa despiadada represión que ha costado cientos de muertos y miles de heridos y  presos políticos en Venezuela, el gobierno cubano debería regresar a la lista de países que son la vergüenza del mundo y donde permaneció durante 33 años: la de los Estados Patrocinadores del Terrorismo. Esperamos que lo ocurrido ahora sea el primer paso en esa dirección.

 

 

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