No hay que ser Nostradamus para vaticinar el cataclismo que se cierne sobre Cuba en estos días. El sistema cubano es el que ha ofrecido al virus condiciones óptimas para su introducción al país y reproducción masiva. La vulnerabilidad de Cuba, en otras palabras, es sistémica. Y mayúscula.

Cuba antes del cataclismo castrista estaba a la par de Costa Rica y Uruguay a los que se considera los dos países más avanzados e incluyentes de la región en materia sanitaria. Hoy es diferente. De la pretendida “potencia medica” apenas queda el mito creado cuando los subsidios soviéticos sostenían los servicios públicos cubanos.

Cuba tiene 65 hospitales menos que en 2010, una infraestructura de salubridad en estado deplorable, padece una escasez asombrosa de  medicamentos y el panorama de la higiene privada es medieval por falta de agua, jabón, detergente y desinfectantes.

Las medidas de distanciamiento social ponen a la mayor parte de la población en el dilema de arriesgarse a morir por la pandemia al hacer colas kilométricas para adquirir alimentos o morirse de hambre recluidos en sus hogares.

En ese contexto, La Habana ha estado abriendo aún más la puerta a una probable catástrofe humanitaria por su tardía reacción, minimizar el peligro, desarrollar políticas oportunistas para sacar ventajas financieras de esta catástrofe mundial y –sobre todo- por estar el país regido por una dictadura estalinista, que le impedirá gestionar esa pandemia de forma eficiente.

La condición insular  de Cuba habría sido una ventaja para haberse aislado del mundo temporalmente y disminuir las vías de entrada de la pandemia. Pero el régimen, en cambio, lanzó una campaña mundial  para que los turistas que ya no eran aceptados en otros países fueran a Cuba. De manera simultánea, está enviando cientos de médicos al extranjero para apropiarse de la mayor parte de sus salarios en divisas, en vez de organizarlos en Cuba para  enfrentar el coronavirus.

Pero no se trata ya de lo que hizo mal, sino de lo que no está haciendo la dictadura cubana.

Acabar con el bloqueo interno

Pese a que, finalmente, han orientado a la población que permanezca en sus hogares y cerró sus fronteras, esas decisiones no vinieron acompañadas de medidas para facilitar que los agricultores privados aumenten sus cosechas. Son ellos los que más alimentos producen, pero los frena el sistema monopólico de Acopio estatal. En las actuales circunstancias podría desatarse una hambruna.

Sin la plaga mafiosa que usurpa el poder no habría bloqueo interno a las fuerzas productivas, ni sanciones estadounidenses que culpar del desastre ocasionado por el régimen comunista cubano. En esas circunstancias el coronavirus en la isla sería, al menos, no tan altamente letal como hoy amenaza ser.

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