Los analistas de la situación cubana prestan gran atención a la crisis económica y financiera que ya atraviesa el país y tiende a agravarse. Sin duda esto es muy importante. Pero la elite de poder enfrenta otra crisis paralela que no le resulta menos peligrosa y, a su vez, agrava la económica.
Si la disponibilidad de capital financiero está en caída libre lo mismo sucede con la imagen positiva -el llamado capital simbólico- que su aparato de propaganda vendió a los cubanos y al mundo por seis décadas.
Sin capital financiero no hay economía; sin capital simbólico no hay legitimidad
Los supuestamente filantrópicos, progresistas y humanistas líderes cubanos ya no pueden esconder la represión y los execrables abusos de poder.
En Venezuela asesoran la represión y torturas a estudiantes, profesionales, militares y políticos sospechosos de oponerse a la dictadura.
Sus brigadas médicas internacionalistas han sido desnudadas –de forma documentada e irrebatible– como una operación de esclavitud moderna que además sirve para intervenir en los asuntos internos de otros estados al usarlas de fachada para operaciones de inteligencia e influencia ideológica contra la población.
La leyenda de los combatientes clandestinos del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro en su lucha contra la dictadura de Batista, se desacredita cuando hoy la gerontocracia al frente del país se niega a reconocer el mismo derecho de rebelión a la nueva generación que, en esta ocasión, acude a acciones clandestinas no violentas en contraste con las tácticas terroristas que emplearon aquellos antes de 1959.
La pretendida “revolución de los humildes, por los humildes y para los humilde” no fue ninguna de las tres cosas. Hoy, gracias a la era de la información digital ya no puede ocultarse la realidad.
Desde 1959 lo que ha crecido en Cuba es la pobreza que ya sobrepasa la mitad de la población. Esa sociedad totalitaria ha arrancado la vida a decenas de miles de cubanos en el paredón, en el Estrecho de la Florida y en las cárceles. Las prisiones se han multiplicado para hoy albergar a cerca de noventa mil ciudadanos. Los principales rubros de exportación ya no son industriales ni agropecuarios, sino trabajo esclavo y expertos en represión. La iniciativa y talento del ciudadano están bajo un férreo bloqueo interno y solo se puede sobrevivir robando para alimentar el mercado negro. Las empresas extranjeras viven la incertidumbre de un marco legal que puede cambiar en cualquier momento al antojo de quienes tienen el poder.
La imagen del país se ha depreciado y en ese país no es prudente invertir. La crisis del capital simbólico termina acentuando la crisis financiera.
Salvo para los beatos asociados a algunas sectas del izquierdismo estalinista, “el Rey” está final e irremediablemente desnudo.