La expulsión, en julio pasado, de la profesora Omara Ruiz Urquiola del Instituto Superior de Diseño (ISDi) adscrito a la Universidad de La Habana, podría ser el preludio de una nueva razzia del gobierno de Miguel Díaz-Canel en la esfera ideológica, que acabará empobreciendo la calidad de los estudios superiores en Cuba.
Pese a la protesta de sus estudiantes, que le otorgaron el galardón Tiza de Oro, Ruiz Urquiola fue separada de la escuela donde ejercía con excelencia como docente alegando “baja carga presencial”, pero la medida fue el colofón del hostigamiento que ella venía sufriendo desde 2016 por sus posiciones críticas sobre los crecientes problemas del país.
Ese pensamiento libre de Omara y de cualquier otro profesor universitario es respaldado por la Declaración Mundial sobre la Educacion Superior en el Siglo XXI de la UNESCO, que a las puertas del nuevo siglo resaltaba como deberes y derechos de los catedráticos “poder opinar sobre los problemas éticos, culturales y sociales, con total autonomía y plena responsabilidad, por estar provistos de una especie de autoridad intelectual que la sociedad necesita para ayudarla a reflexionar, comprender y actuar; y “reforzar sus funciones críticas y progresistas mediante un análisis constante de las nuevas tendencias sociales, económicas, culturales y políticas, desempeñando de esa manera funciones de centro de previsión, alerta y prevención”.
Los que elaboraron el informe en el ISDi contra la historiadora del arte intentaron hacer que no pareciera una represalia política contra ella, citando supuestas deficiencias en varios parámetros docentes que la acosada profesora rebatió punto por punto. Para la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba estuvieron siempre más que claras la motivación política y la discriminación laboral por esa razón, y por ello incorporamos a nuestra lista online de represores de cuello blanco a los directamente involucrados: Sergio Luis Peña Martínez, Rector del ISDI; Ernesto Fernández Sánchez, Vice Director Docente; Milvia Pérez Pérez, Decana; y María Deborah Maura López, Jefa de Departamento.
Pero la mascarada de la “baja carga presencial” duró poco, pues rápidamente el gobierno se quitó la careta y empezó a sentar las bases para una abierta purga de las cátedras universitarias: la viceministra primera de Educación Superior, Martha Mesa Valenciano, afirmó en un artículo reproducido por el sitio oficialista Cubadebate que “el que no se sienta activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas, debe renunciar a ser profesor universitario”.
Valenciano, y la rectora de la Universidad de Oriente Diana Sedal Yanes que la apoyó en Facebook, pasaron a integrar también nuestra lista de la infamia.
Como han señalado en una carta abierta al gobierno de la isla académicos cubanos de dentro y de fuera, “a pesar del inédito alud de críticas que ha generado dicho texto en una parte importante de la sociedad cubana, incluidos profesores y estudiantes universitarios, el Gobierno cubano no ha presentado hasta ahora ninguna comunicación que lo distancie de este pronunciamiento que hace abierta apología a la discriminación”.
Como dice el dicho, el que calla, otorga, y esta es una señal de que el gobierno de Díaz-Canel podría estar preparándose para llevar también a las cátedras universitarias la limpieza ideológica de estilo talibán que el sucesor de Castro prometiera en 2017, cuando aún era vicepresidente, en una reunión con militantes del PCC cuyo video se filtró al público. Desde que asumió la presidencia, la ha ido materializando en la esfera cultural con el decreto 349; en el periodismo alternativo, redoblando el hostigamiento y asfixiando a sitios como Cuba Posible; en las redes independientes, con el cierre de S-Net, y hasta en el campo del humor, con una clara amenaza a quienes critiquen a los dirigentes.
Un pensador cubano, José de la Luz y Caballero, dijo una vez que “instruir puede cualquiera, educar, solo quien sea un evangelio vivo”. Todo el que haya cursado estudios superiores en Cuba recuerda y atesora lo que aprendió de alguno de estos profesores ejemplares, librepensadores, apasionados con su campo de enseñanza, para quienes ni siquiera era concebible la posibilidad de escalar repitiendo los dogmas y pautas del partido o pisando las cabezas de los mejores, como han hecho con Omara Ruiz Urquiola el señor Peña Martínez y la señora Mesa Valenciano. Ojalá esos “evangelios vivos” que vislumbró Luz y Caballero no desaparezcan de las universidades cubanas con la nueva inquisición de Díaz-Canel.