La guerra de unos pocos contra el bienestar y progreso de la población

Subsistir con ratones, aguas albañales sin agua corriente, en una edificación en peligro de sufrir un derrumbe que pueda aplastar a toda la familia, no es una maldición del destino ni una circunstancia que expresa la voluntad de Dios. Es el resultado del capricho de un grupito de hombres que monopolizan el poder en Cuba. No es un problema personal; es un conflicto entre la necesidad de supervivencia de las familias en esas circunstancias y un estado, obsoleto e incapaz, que impide la solución del problema aun cuando no puede arreglarlo por sí mismo. Es el resultado del egoísmo dictatorial de la sociedad económica de enemigos del país que controla Cuba desde hace sesenta años.

No pocas personas tienden a creer que si en un país no se escuchan cañonazos reina la paz. No es cierto. Hay países como Cuba en que el nivel de conflictividad entre actores sociales, económicos y políticos es muy alto aun cuando aún no se manifiesten todos de manera pública y permanezcan por el momento de forma latente.

El conflicto primario en el seno de la sociedad cubana es la guerra contra el progreso y bienestar de la población que ha impuesto una elite de poder en Cuba.  Es de este conflicto primario del que se derivan los numerosos problemas que aquejan a la población cubana como son los relacionados con las necesidades de abastecimiento de alimentos, agua, electricidad, transporte y construcción de viviendas.

En casi todas partes el sector privado es el que se encarga de construir las viviendas. El Estado puede que ayude a financiar la construcción de viviendas económicas para familias de bajos ingresos, pero no pretende construir directamente todas las viviendas. Mucho menos se le ocurre bloquear la capacidad del sector privado y de los ciudadanos para emprender la construcción de viviendas por su cuenta. En ningún país del Primer Mundo, por rico que sea, un gobierno construye  todas las viviendas de la nación. Punto.

En Cuba, con un régimen económico quebrado debido a su inviable sistema económico estatista, está prohibida la libre empresa, y solo el Estado construye viviendas, o permite que las familias interesadas las edifiquen con materiales vendidos igualmente por el Estado (que usualmente no los tiene), pues no permite que operen en el país proveedores privados de materiales de construcción. Incluso hostigan policialmente a los llamados “rastreros” –jóvenes que empujan a puro musculo sus carretillas con materiales de los rastros estatales para trasladarlos a las casas de los compradores.

Dos de cada tres cubanos no tienen una ‘vivienda decorosa’

El único programa político coherente que presentó Fidel Castro en toda su vida fue el conocido como “La historia me absolverá” (frase tomada de la alocución de Adolfo Hitler ante el tribunal que lo juzgó por su intento de golpe de estado). En aquel documento Castro prometió:   “Un gobierno revolucionario resolvería el problema de la vivienda (…) Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa”.

A 65 años de aquella promesa, reiterada por el comandante al entrar en La Habana en 1959,  la crisis de la vivienda es muchísimo peor. La “revolución” la ha convertido en endémica y compite con la de  países africanos al  sur del Sahara.  Baste saber que hoy dos de cada tres cubanos no tienen una “vivienda decorosa”.

Muchos no tienen ninguna o habitan en inmuebles apuntalados a punto de derrumbarse. Y unas 500,000 personas malviven en chozas y casuchas improvisadas en barrios insalubres conocidas como «Llega y pon«, comparables con las llamadas “villas miseria” marginales en América Latina.

Junto con construir una buena vivienda para cada familia, también Castro prometió acabar con todos los barrios marginales insalubres como el conocido por “Las Yaguas” en San Miguel del Padrón.  Pero con él y su claque de aprovechados “revolucionarios” al frente del país terminaron multiplicando los barrios miserables y elevando a niveles alarmantes el número de  residentes en los ya existentes.

La marginalización urbana de una famosa capital

La capital cubana, antes urbe famosa mundialmente por su belleza y su exuberante magia tropical, hoy se cae a pedazos. Hay escombros por doquier, aguas pestilentes en las calles y mucha basura.

En la capital cubana se desploman como promedio tres viviendas diarias, unas 1,000 viviendas al año, según reporte oficial publicado por Diario de Cuba el 22 de julio de 2017. Algunas áreas parecen haber sido bombardeadas. La ciudad está ahora infestada de barrios insalubres y peligrosos.

Se trata de asentamientos de chozas levantadas con cualquier cosa que aparezca: láminas de hojalata, trozos de madera, cajas de cartón, pedazos de fibrocemento, neumáticos viejos, carrocerías de automóviles. Carecen de agua y alcantarillado. Son focos de enfermedades, crímenes, tráfico de drogas y prostitución.

Muchos de sus nombres son elocuentes: El Fanguito, La Timba, La Jata, Palo Cagao,  Atarés, La Güinera, Los Pocitos, La Escalera, El Hueco, Indaya, Los Mangos, Cambute, La Isla del Polvo, Alturas del Diezmero, El Tropical, Ruta 11, Carraguao, El Canal, El Plátano, Las Cañas, Núñez, El Casino, Palenque, Los Bloques, Los Sitios, Jesús María, La Corea, La Cuevita, La Loma del Burro y muchos más.

Están ubicados en el propio corazón de la ciudad y en el interior de muchos municipios de la gran urbe como El Vedado, Centro Habana, Playa, Habana Vieja, El Cerro, Marianao, Diez de Octubre y otros demás.

El déficit habitacional aumenta sin cesar

De acuerdo con datos recogidos por la revista oficialista Temas, y reseñado por Diario de Cuba el 17 de enero de 2018,  Cuba concluyó el año 2017 con un total de 4.0 millones de viviendas nacionalmente, pero con un déficit que ronda el millón de inmuebles, una cifra que algunos  estudiosos de la realidad cubana aseguran es muy superior y no baja de 1.5 millones viviendas.

El 85% de los edificios de más de tres pisos en todo el país necesitan reparaciones capitales, como destaca el economista Carmelo Mesa-Lago en un informe publicado a fines de 2017 en Cuba Posible.

En La Habana, con unos 2.1 millones de habitantes, hay un déficit de 206,000 viviendas, seguido de la oriental Santiago de Cuba con 103,000 unidades, según admitió el MICONS el 11 de julio de julio de 2017.

Una gran mentira del castrismo es minimizar hasta solo un 39% el total de viviendas cubanas que están en mal estado o “regular”. Todos los informes independientes estiman que no menos del 65% de todas las viviendas de la isla están en mal estado o significativamente deterioradas.  Estamos hablando de más de dos millones de viviendas que –además del millón y medio que hace falta edificar- necesitan reparaciones capitales o de algún otro tipo, así como mantenimiento, pintura, etc.

Se construyen  cada vez menos viviendas

Lo peor de todo es que mientras más dramática es la falta de viviendas, menos se construyen.  Se trata de una siniestra relación inversamente proporcional:   a más necesidad, menos producción. Ello es consecuencia del sistema comunista. Desde 2006  cada año ha venido cayendo ininterrumpidamente el número de viviendas edificadas. Algo que seguramente no ocurre  en ninguna otra parte de Occidente, salvo,  en Haití.

Nunca en casi 60 años el Estado castrista ha cumplido un plan de edificación de viviendas. Ni siquiera cuando las fidelistas micro brigadas. Entre 1960 y 1970 se planificaron 32,000 unidades anuales, pero se construyeron 11,000 cada año. En 1970-1980 el plan fue de 38,000 viviendas anuales y se construyeron 17,000.

Cuando en los años 80 aumentaron los subsidios de Moscú,  Castro I anunció con bombos y platillos que se construirían 100,000 viviendas anuales, pero jamás se edificaron más de 40,000. Los Castro gastaron la mayor parte del dinero en masivas intervenciones militares en África y operaciones encubiertas en América Latina. En Angola hubo tiempos en que combatían allí hasta 60,000 militares cubanos. Eso no era un gasto. Castro cobraba por cada soldado enviado a aquel continente. Ahora se agrava aún más la falta de viviendas (todos los días hay un derrumbe), pero el estado cubano tiene cada vez menos divisas (cash).

Datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), revelan que en 2007 fueron edificadas 57,607 viviendas, en 2008 se construyeron 12,832 menos, es decir 44,775. En 2009 fueron 35,085, y la cifra siguió bajando. En 2015 ya iba por 23,000; en 2016 fueron 22,106 viviendas, de las cuales solo 9,257 las edificó el Estado, es decir un 42%, mucho menos de la mitad. Las otras tuvieron que hacerlas los propios ciudadanos pese a estar maniatados por las múltiples restricciones estatales.

El puntillazo vino en 2017,  cuando se construyeron únicamente 9,700 viviendas,  sumando las erigidas por el Estado y los particulares por su propia cuenta,  algo escandaloso en una nación que necesita más de un millón de viviendas nuevas. Por otra parte, en 2015 el dictador decidió que el 70% de las viviendas del país fueran construidas por las propias familias interesadas, con «esfuerzo propio«. Pero resultó que el Estado no les suministró los materiales necesarios por lo que esa declaración “progresista” era solo una pantalla para deshacer al estado de esa responsabilidad.

Todo se agrava con cada temporada de lluvias y tormentas

Cada fenómeno natural que llega  pone a temblar a quienes viven en casas en malas condiciones.  Huracán o tormenta que llegue a la tropical Cuba empeora la crisis de la vivienda,  que ya es la más grave desde la proclamación de la independencia.  Quien pierde su casa  no tiene perspectivas de recuperarla más nunca. Es ubicado en un albergue colectivo que evoca los barracones de esclavos del siglo XIX.

Según admitió el 1 de junio de 2018 el Ministerio de la Construcción (MICONS), en toda isla están aún pendientes de rehabilitar 239,800 viviendas afectadas por ciclones. De ellas más de 44,000 están pendientes desde  hace 40 y 50 años. Ese ministerio no aclaró bien si incluyó en su cifra las viviendas totalmente arrasadas por fenómenos naturales o derrumbes.

En 2008, los huracanes Gustav, Ike y Paloma, destruyeron 63,000 viviendas, según cifras oficiales. Después llegaron Sandy y Matthew, en 2012 y 2016, respectivamente. Solamente Sandy derrumbó totalmente 30,000 viviendas y destruyó parcialmente otras 210,608.

Luego irrumpió, Irma,  el peor huracán de todos en mucho tiempo. El MICONS reveló a fines de 2017 que afectó a un millón viviendas de una u otra forma. De ellas 60,975 fueron derrumbadas totalmente, y 36,739 parcialmente. Y 17, 789 perdieron el techo por completo, según informó el sitio “Isla Local” el 3 de abril último.

A fines de mayo de 2018 la tormenta subtropical Alberto dañó o destruyó por completo unas 3,000 viviendas. Solo en Sancti Spíritus fueron afectadas 1,800 viviendas, informó Maribel Vázquez Bernal, de la Dirección Provincial de la Vivienda. En La Habana causó más de 100 derrumbes totales o parciales de inmuebles.

¿Casas ‘decorosas’ con tablas de palma real?

Los desdichados que pierden sus casas o apartamentos pasan a una categoría inferior de ciudadanos: los albergados. Son llevados a tugurios del gobierno, salpicados de aguas albañales, sin agua potable, ni servicios sanitarios, con ratas, mosquitos, moscas, chinches y cucarachas. Muchos han muerto de viejo esperando por una vivienda. Solo en La Habana hay más de 160,000 albergados.

Ante semejante panorama de pérdida progresiva de viviendas que empeoran la crisis ya endémica de la vivienda, es una afrenta de la dictadura a los damnificados que los jerarcas del PCC en Guantánamo se jacten de que allí han solucionado “creativamente” los destrozos de Irma con la construcción de viviendas con tablas de palma real.

Quienes estaban presentes en aquel juicio de 1953 en que el responsable del asalto armado al cuartel Moncada prometía una “vivienda decorosa” para cada familia cubana, no pudieron sospechar que el orador se estaba refiriendo a rústicas casitas hechas con tablas de palmas reales. Esas casas simplemente han quedado listas para ser arrasadas por el próximo huracán que azote esa región de la isla.

Barrios exclusivos para miembros de las FAR y el MININT

El colmo es que del 30%  de las viviendas que debe construir el Estado según la meta que se trace cada año, buena parte es para entregarlas a miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT).  Brigadas estatales levantan edificios multifamiliares y barrios enteros solo para militares. Son comunidades privilegiadas que incluyen clínicas, escuelas, canchas deportivas, parques, centros comerciales y cines.

Un ejemplo de urbanización solo para militares es el nuevo Reparto Maravilla en el barrio capitalino de Alta Habana. Allí  les entregan las viviendas amuebladas y totalmente equipadas, incluso con calentadores solares en los techos, y a precios muy bajos, según un reportaje  “in situ” de un periodista independiente publicado en Cubanet el 14 de marzo de 2017.

El dictador –al igual que en Venezuela- ha decidido mantener contentos y bien instalados a quienes lo mantienen en el poder a él, a su familia y a la élite cívico-militar del Partido Comunista. Ello hace recordar que luego del golpe de Estado del 4 de septiembre de 1933, Fulgencio Batista —ascendido de sargento a coronel—, ya como nuevo jefe del Ejército construía viviendas modernas para sus oficiales, sargentos y soldados a lo largo de la Carretera Central y otros lugares. Así erigió una Ciudad Militar en el Campamento de Columbia. La diferencia es que en aquellos tiempos había en Cuba economía de mercado. El gobierno no tenía el monopolio constructivo de viviendas, ni de nada.

Por eso a fines de los años 40 y los 50, La Habana experimentó el mayor boom constructivo de toda América Latina, con decenas de enormes edificios de apartamentos modernos y muchísimas casas, que seis décadas después, pese a la falta de mantenimiento, siguen siendo las mejores de la capital.

Los desalojos de las  chozas socialistas

En muchos países en desarrollo hay barrios de casuchas miserables, pero ninguno presume, como la dictadura militar cubana, de tener un sistema social y económico más avanzado y justo. El castrismo encima de que empeora la crisis habitacional practica los desalojos tan criticados por Castro en su mencionado programa político de 1953.

El general Samuel Rodiles, presidente del Instituto de Planificación Física (IPF) informó el 14 de marzo pasado que en 2017 se detectaron 127,693 “ilegalidades urbanísticas” en la isla, y que se eliminaron el 38.2%. O sea, a 48,809 familias les derribaron sus casuchas y los echaron a la calle. El propio general “histórico” citado reconoció que en 2017 surgieron 23,525 casuchas  marginales en todo el país

Con ello admitió que aunque sean eliminadas esas “chozas socialistas”  otras seguirán apareciendo constantemente, pues desde que el homo sapiens abandonó las cuevas,  tiene que tener un techo donde guarecerse y pernoctar. En Cuba no hay cuevas suficientes y brotan entonces los “ranchos” como también los llaman en otros países.

La conclusión de todo esto es que sin libertad económica y un pujante sector privado que –como en casi todos los países–construya y venda viviendas, y un sector financiero  que otorgue préstamos hipotecarios para edificarlas o adquirirlas, la  situación habitacional de Cuba solo va a empeorar cada vez más.

Mientras tanto, lugares como “Palo Cagao”, y “El Fanguito” son apenas una muestra de la capacidad de destrucción que tiene la guerra contra el progreso de la Nación que ha impuesto por seis décadas la sociedad económica de enemigos del país guiada por los hermanos Castro.

Informe especial de FHRC elaborado por
Roberto Alvarez Quiñones

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