Cuba no es un país normal
La percepción generalizada en el mundo de que en abril próximo Raúl Castro dejará el poder al retirarse como Presidente del país es errónea de origen. Cuba no es un país normal.La comunidad internacional conoce poco de la estructura y funcionamiento del poder político en la Isla. En América Latina, el Jefe de Estado y de gobierno es la máxima autoridad ejecutiva de la nación. En Cuba el artículo 5 de la Constitución precisa que el PCC “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
O sea, la máxima representación política y ejecutiva en la Isla no es el Presidente, sino el Buró Político (BP) del Partido Comunista de Cuba (PCC) y su Primer Secretario. Y ese cargo lo tendrá Castro II hasta 2021, o se muera, o le dé la gana. Por tanto, el nuevo Presidente será un administrador, no un político con mando real.
Incluso no cambiaría nada si antes del relevo de Castro II como presidente del país se modifica la Constitución y se separa el cargo de Presidente del Consejo de Estado y el de Presidente del Consejo de Ministros, y se crean dos jefaturas independientes. Por encima de ambos presidentes, las decisiones importantes las seguirá tomando el dictador –aunque se mude para Santiago de Cuba como dicen algunos–. Raúl Castro seguirá como la máxima instancia del poder político, y también militar, por ser el jefe de la Junta Militar.
Carácter castrense, los militares mandan
Pero hay más, aunque “de jure” la Constitución así lo establece, en la práctica (“de facto”), la máxima instancia de poder en Cuba no es el Buró Político del PCC y su Primer Secretario, sino el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas y jefe de la Junta Militar, junto a una élite de generales, coroneles y comandantes que rodean al dictador, la mayoría de los cuales no integra el Buró Político. La Junta Militar, que no da la cara y opera tras bambalinas, es la que manda en Cuba.Fidel y Raúl Castro han sido los “hombres fuertes” no tanto por ser los jefes del PCC, sino los jefes militares desde 1959. Siempre ambas posiciones han sido ostentadas por una sola persona, hasta abril próximo. Y esa será una incongruencia institucional que se presentará por primera vez. Según la Constitución al Presidente del Consejo de Estado le corresponde «desempeñar la Jefatura Suprema de todas las instituciones armadas”.
El origen de tal desfase fue que cuando en febrero de 1976 se promulgó la Constitución comunista Fidel tenía 49 años y Raúl 44. Ambos sabían que por décadas uno de ellos dos ocuparía simultáneamente la jefatura del PCC, del Estado, de las FAR y de la Junta Militar. «Después ya veremos«, pensaron. Ese después ya llegó.
Ahora el comandante en jefe de las FAR no será también el Primer Secretario del PCC, ni el Presidente del país. De no hacerse antes una enmienda a la Constitución el general Castro dejará de ser el Comandante Supremo de las FAR. Claro, seguirá siendo el jefe de la Junta Militar y eso es lo que cuenta.
Fidel Castro nunca aceptó —como en la URSS y otros países socialistas— que el Partido Comunista estuviera por encima de los militares. Su vocación autoritaria chocaba con ese principio marxista-leninista. Su hermano, que en casi todo sigue a Fidel, tampoco lo acepta. Por eso el poder político real radica en las fuerzas armadas y no en el Estado, el gobierno, o el PCC.Este último como institución solo cuenta como apéndice administrativo, ideológico, de control y propaganda, y de represión política.
Sea quien sea el nuevo Jefe de Estado recibirá órdenes del dictador, el vice-dictador José R. Machado Ventura (segundo secretario del PCC), y de la Junta Militar. Y eso difícilmente cambiará mientras viva la gerontocracia “histórica”.
Como dijo José Martí que no se debía hacer
Cuba es el único país del mundo con un régimen militar que se presenta como civil y es aceptado por todos. En verdad el país es dirigido como le advirtió José Martí al generalísimo Máximo Gómez, en una carta fechada el 20 de octubre de 1884, que no se debe hacer: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento” . La consigna de los años sesenta en apoyo incondicional a Fidel Castro: “Para lo que sea, Comandante en Jefe ordene”, más antimartiana no podía ser.La sociedad cubana está tan militarizada que presenta rasgos fascistas, a diferencia de los países ex comunistas europeos, cuya fisonomía castrense era menos marcada. Un dato sugerente: a Fidel Castro le gustaba que le dijesen “Jefe”. Así lo llamaban los altos jerarcas. Dicho en alemán, Fidel era el “Fuhrer”.
Desde siempre las principales posiciones castristas son ocupadas por militares. Hoy, 5 de los 7 vicepresidentes del Consejo de Ministros son generales y comandantes. Fulgencio Batista en su afán por presentarse como un civil demócrata nunca se vestía de general. Fidel Castro jamás se quitaba el uniforme y su hermano solo va de civil cuando lo obliga el protocolo.
Otro dato complementario: Cuba es la nación de Occidente que lleva más tiempo sin realizar comicios democráticos: 70 años, desde 1948. Y es el único país en las Américas que ha tenido como dictadores militares a dos hermanos, por 59 años consecutivos.
Pirámide del poder político castrista
En Cuba no hay tres poderes sino seis, sin independencia alguna, todos controlados por Castro II, que es una versión tropical de Luis XIV de Francia, el exponente por excelencia de monarca absoluto.El dictador gobierna auxiliado por una Junta Militar y a diferencia de su narcisista hermano, Raúl Castro sí escucha y consulta. Por eso la JM es ahora más poderosa que nunca.Según la cuantía de poder real, la estructura totalitaria de Cuba se observa así:
- Dictador (Comandante en Jefe, Jefe de la Junta Militar, Primer Secretario del PCC, Jefe de Estado y Jefe de Gobierno)
- Junta Militar
- Buró Político del PCC
- Comité Central del PCC
- Consejos de Estado y de Ministros
- Asamblea Nacional del Poder Popular
DictadorLa condición de dictador en Cuba no la confiere la jefatura del Estado, sino la jefatura militar y del PCC. Castro II controla todos los poderes públicos, incluido el Poder Judicial. Y sin ser presidente del Parlamento lo domina con mano de hierro.
Junta Militar, la ‘creme de la creme’
De hecho la JM es la guardia pretoriana de Raúl Castro, integrada exclusivamente por raulistas. En la JM solo Ramiro Valdés no es un raulista, sino un remanente fidelista. Pero está ahí como “número dos” de la máxima jerarquía histórica de la Sierra Maestra desde 1959, detrás de Castro II (los otros cuatro murieron: Fidel, Camilo, el Che y Almeida). La creme de la creme del castrismo la encabezan el dictador, su hijoAlejandro Castro Espín y el comandante José R. Machado Ventura. Luego siguen, además de Ramiro Valdés, los generales Leopoldo Cintras Frías, ministro de las FAR; Álvaro López Miera, viceministro primero de las FAR y Jefe del Estado Mayor; Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, zar de las empresas militares, y Julio Cesar Gandarilla, ministro del Interior.
También la integran los generales Ramón Espinosa y Joaquín Quintas Solá, viceministros de las FAR; Onelio Aguilera Bermúdez, jefe del Ejército Occidental; Raúl Rodríguez Lobaina, jefe del Ejército Central; Rafael Hernández Delgado, jefe del Ejército Oriental; y Leonardo Andollo, segundo Jefe de la Comisión Permanente para la “actualización” del modelo económico socialista.
De esos 14 jefes militares, 8 no integran Buró Político del PCC. No lo necesitan.
Buró Político
Comité Central del PCC
Muchos cubanos desconocen el nombre del presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular (gobernador) en su provincia o municipio, pero saben bien el del Primer Secretario del PCC. El gobernador no tiene poder y el jefe partidista lo puede todo.
Jerarquía subalterna: Presidencia, Gobierno y Parlamento
Con 31 miembros, el Consejo de Estado actúa en nombre del Poder Legislativo (cada legislatura tiene un mandato de 5 años) durante los 359 días en que la Asamblea Nacional no sesiona. Y ostenta la representación del Estado.
El Consejo de Estado no significa absolutamente nada en la vida cotidiana de los cubanos. El régimen ventila sus asuntos más importantes con EE.UU, no con los cubanos, a los que ignora olímpicamente. A una delegación de senadores y congresistas de Washington le rinde cuentas y le hace propuestas, cosa que no hace con el pueblo cubano. Por eso el tan cacareado relevo presidencial en la isla no le interesa al pueblo de Cuba, que es el soberano de la nación.Del Consejo de Ministros vale decir que solo tiene funciones burocráticas y administrativas, nada estratégicas. Es dirigido de hecho por el CC del PCC. Sus vicepresidentes son casi todos militares.
La Asamblea Nacional del Poder Popular es una caricatura de parlamento vacío de contenido real. Tanto, que sesiona sólo seis días al año (récord en Occidente). Sus 612 “diputados” escuchan y levantan la mano para aprobar por unanimidad lo ya cocinado por el dictador y su claque. Nunca en 42 años de existencia un diputado de la Asamblea Nacional ha cuestionado nada proveniente de la cúspide castrista, o ha propuesto algo por iniciativa propia. Es la más fiel expresión de la granja orwelliana estalinista.
¿Qué cambios habrá?
Que el general Castro II deje de ser Presidente del Consejo de Estado y de Ministros será algo de poco calado en las entrañas del totalitarismo cubano, incluso si antes se hiciesen enmiendas a la Constitución y se crease la figura de Primer Ministro al frente del gobierno, separado del cargo de Presidente y Jefe de Estado.En cualquier caso, el Presidente, y un eventual Primer Ministro estarán subordinados al dictador, que seguirá siendo Raúl Castro, oficialmente hasta 2021. Es probable que, contrariamente a lo que muchos creen, Castro II concentre más que nunca su poder militar desde el Partido Comunista, para evitar posibles “tentaciones” del nuevo Jefe de Estado y se crea que lo es de verdad. Todas las apuestas apuntan hasta ahora que el nuevo “mandatario” será Miguel Díaz-Canel, que podría ser una figura tan decorativa y protocolar como lo fue Osvaldo Dorticós de 1959 a 1976.
Muchos opositores políticos en la Isla piensan que la vieja guardia estalinista más troglodita, la que aún con arteroesclerosis toma las decisiones, podría incrementar la represión política para dejar claro que mientras viva no habrá “perestroika” en Cuba. Ya lo hizo cuando Barack Obama propició el “deshielo”.
Más presión podría forzar el cambio
La experiencia histórica revela que los regímenes comunistas se derrumbaron con cambios desde arriba, pero siempre con fuerte presión desde abajo. Fue la combinación de ambos factores la que hizo implosionar el “socialismo real” en Europa.En el caso cubano el factor externo también adquiere importancia vital, pues con la asombrosa improductividad de la economía cubana el país depende totalmente del extranjero. Los subsidios venezolanos (aunque muy menguados), las remesas, paquetes y viajes desde EE.UU. y los turistas de otras latitudes, son los que impiden que haya hambrunas masivas en la Isla.
La crisis social y económica se agrava cada día. Funcionarios del régimen que solo hablan en condición de anonimato aseguran que en 2018 todo será peor que en 2017. El régimen de Caracas podría incluso colapsar. Moscú, Pekín, Teherán, Argel, o la Unión Europea no regalan dinero, ni petróleo. El turismo desde EE.UU baja en picada. La política de la Administración Trump ha descolocado los planes de los militares de instalar un modelo de capitalismo de Estado para beneficio solo de ellos mismos.
Y cabe aquí preguntarse, si la Unión Europea, EE.UU. y muchos países de Latinoamérica y todo el mundo han decidido no reconocer los resultados de las elecciones en Venezuela convocadas por Nicolás Maduro, ¿por qué no hacen lo mismo con la farsa electoral que habrá en Cuba dentro de pocas semanas?
El hecho mismo de que en Cuba haya un nuevo Presidente sin el apellido Castro, en medio de tan lacerante crisis socioeconómica debe generar expectativas en la población, que está perdiendo el miedo a decir las cosas por su nombre. A partir de abril podría elevarse la presión política para que haya cambios sustanciales. El pueblo podría quizás comenzar por demandar más libertad económica, lo que abonaría el terreno para mayores exigencias.
Es sabido que Castro II no tiene la habilidad de Castro I para manejar crisis. Tiende a esconder la cabeza en la tierra como el avestruz, o emborracharse durante días, dicen testigos. Además, el desastre socioeconómico ya presiona fuerte también sobre la “nomenklatura”. Muchos jerarcas perciben que hay que hacer cambios urgentemente.
En resumen, mayor presión desde abajo, el temor arriba de que si no mueven ficha todo puede venirse abajo, una política más fuerte aún de Washington, y menos complacencia europea con el castrismo, serían clave en esta coyuntura de cambios cosméticos en la Isla. Es lo que necesita desesperadamente la nación.