Los primeros párrafos del artículo Vice Motherboard publicado la semana pasada sobre la severidad de acceder Internet en Cuba pinta una imagen muy real y fascinante de las dificultades para conseguir conexión e información en la isla …

Mis ojos están escaneando las masas en un parque lleno de gente en el centro de La Habana. Yo sé lo que necesito, y creo que sé cómo conseguirlo. Un cubano rastas se alza sobre una repisa, precisamente, para que pueda detectar personas que están desesperados como yo. Le doy un movimiento de cabeza, y me hace señas terminado.

«Tarjeta?», Pregunta.

«Cuánto?», Le respondo. Le suerto un billete de tres pesos, enseguida abre su billetera, revelando una docena de tarjetas verdes envueltos en papel, el objeto que me ha eludido durante días. Él me desliza uno, lo abro, rasco el código de contraseña con una moneda, y saco mi telefono inteligente. Ignoro varios mensajes de seguridad, juro a la basura cualquier semblanza de vida privada, y le digo a Google continuar de todos modos. Es un ritual que conozco bien ahora.

Momentos después, mi teléfono salta a la vida, vibra por primera vez en una semana. Mi Conexión con el mundo. He recibido mi dosis. Así es como se obtiene el Internet en Cuba.

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