Según El Nuevo Herald,  «islados de internet, varios jóvenes cubanos conectaron en sigilo miles de computadoras a una red secreta que se extiende por varios kilómetros a lo largo y ancho de La Habana, y ahora pueden chatear con amigos, jugar y descargar películas en una mini réplica del mundo en línea al que la mayoría de los cubanos no puede tener acceso».

El articulo sigue que «las conexiones caseras a internet están prohibidas para todos excepto para unos cuantos cubanos y el gobierno cobra el equivalente a un cuarto del salario mensual de la isla por conectarse a la red global por una hora, bien sea en los hoteles gestionados por el estado o en cafés internet».

Como resultado, la mayoría de los habitantes de la isla viven sin internet y se quejan de la falta de acceso a la información y de no poderse conectar con sus amigos y familiares que viven en el extranjero.

Una pequeña minoría, no obstante, logró diseñar de forma discreta una solución parcial, al reunir dinero y crear una red privada que conecta a más de 9.000 computadores con antenas ocultas de Wi-Fi, pequeñas, baratas pero poderosas, y con cables de Ethernet que cuelgan sobre las calles y tejados por toda la ciudad.

«Realmente necesitamos internet porque hay mucha información en línea, pero al menos esto satisface un poco porque es sentirse como ‘estoy conectado con un montón de gente, hablando con ellos, compartiendo archivos»‘, dijo Rafael Antonio Broche Moreno, un ingeniero eléctrico de 22 años, que ayudó a construir esta red conocida como SNet, abreviatura de StreetNet (Red callejera).

«Observadores externos y muchos cubanos dicen que la falta de internet es culpa del gobierno [cubano], de su deseo de controlar a la población y de cobrar tarifas desproporcionadamente altas de telefonía móvil y de internet como fuente de dinero para otras agencias gubernamentales».

«Lo que existe es una prueba de lo que se puede hacer», dijo Alien Garcia, un ingeniero en sistemas de 30 años, que publica una revista de tecnología de la información que es distribuida a través de correo electrónico y dispositivos de almacenamiento. «Si yo como particular, con ingresos inferiores a los de un gobierno, puedo montar una red, creo entonces que un país lo debería poder hacer ¿no?».

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