El periodista Henry Constantin aseguró a la AFP que haber vivido seis meses en Miami, donde participó en un inédito programa estudiantil con otros 16 cubanos, le sirvió para «desintoxicarse» de la «desesperanza» de Cuba y regresar con energías para buscar un cambio.
«Esta experiencia ha sido en primer lugar una especie de desintoxicación», dijo Constantin, de 30 años, en una entrevista con la AFP, pocas horas antes de regresar el sábado pasado a Cuba, el último del grupo de los jóvenes cubanos, incluidos desde opositores a unos raperos, que por primera vez estudiaron un semestre en el Miami Dade College.
En la isla «te intoxicas mucho de, digamos, frustración, de desesperanza en lo que te rodea, de desconfianza», señaló Constantin, que mantiene la cuenta de Twitter @constantincuba y el blog Reportes de viaje, al tiempo que colabora con varios medios digitales independientes cubanos.
«Cuando tú llegas aquí, a un lugar donde los cubanos te hablan con franqueza, te abren las puertas, eso te limpia un poco el alma», señaló. «Me llevo más fuerzas, más energías, más conocimientos para intentar poner mi grano de arena para arreglar aquello», agrega este residente de la provincia de Camagüey (centroeste).
No se define como un opositor, sino como alguien que dice lo que piensa, y eso le ha acarreado represalias en la isla, como el no haber podido terminar sus estudios en las tres universidades en las que se matriculó.
«En ninguna de ellas me dejaron terminar y ninguna de ellas por las notas, (sino) porque escribía aquí, porque protestaba por esto», afirma Constantin, que en los últimos seis meses estudió cursos básicos del Miami Dade College e inglés junto a los otros 16 cubanos, evitando mayor exposición mediática en ese tiempo.
A él lo que le gusta es escribir de viajes y de arte, dice.
Tajantemente rechaza la posibilidad de no volver y quedarse en Miami, donde vive la mayor parte de la diáspora cubana, que continuamente se engrosa con personas que abandonan la isla.
Dice que «no tiene ningún motivo ni ninguna necesidad». Extraña a su familia y a su hijo pequeño, confiesa. «Es donde tengo sentido, en aquel país», afirma.
Pero dice que «hay que pasar por Miami para conocer Cuba».
Cualquier persona «si no viene a Miami, se ha perdido la parte mejor, más próspera, que tiene más esperanzas de Cuba, la más libre, donde los cubanos de verdad pueden sacar lo bueno o lo malo que tienen», destaca.
Constantin critica no obstante a los jóvenes cubanos llegados a Miami (Florida, sureste de EEUU), a quienes ve apáticos e individualistas.
«Siguen con miedo a actuar porque pueden tener familiares allá, los pueden molestar si viajan, porque les pueden denegar un viaje», dice.
Si todos los cubanos de Miami «hicieran algo muy pequeño» ayudarían mucho a un cambio en la isla, dice Constantin.
Un celular viejo o una laptop, que en Estados Unidos la gente renueva cada dos o tres años, es «una joya» para una persona en Cuba, ejemplifica.
Vivir en Miami le permitió darse cuenta de que la miseria no está grabada en el ADN de los cubanos.
«No tenemos la miseria genética, la represión genética, no tenemos la violencia, no tenemos una serie de lastres genéticos, si no que son producto del medio en que vivimos», dice.
«Cambiar el medio es lo que yo trato de hacer, yo y muchos más», agrega Constantin, quien pasó los últimos días despidiéndose de conocidos y aprovisionándose de cosas que sabe que no podrá adquirir en Cuba.
En su primer tuit el domingo tras llegar a Cuba muestra una foto de un documento oficial y explica que fue una multa por «obstruir el trabajo de la aduana, (que es) otra forma de decir: no te dejaste robar».
Henry Constantín llegó a Miami como parte del programa Somos un Solo Pueblo (SUSP), donde atreves de la Fundación para Derechos Humanos en Cuba (FHRC) se coordinan las clases con Miami Dade College. La meta es ofrecerles oportunidades educacionales a los estudiantes que no han tenido el chance de estudiar por sus creencias, ideales, o por las características del sistema educacional censurado de donde viven.